El tesoro, el valor del reino
Iglesia cristiana evangelica Manantial de vida de Sevilla
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso
por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mateo 13:44)
Estamos viendo que es el reino de Dios: la parábola de la
levadura hemos visto el crecimiento
del reino, en la de la red la grandeza
del reino, y ahora en esta vamos a ver el valor
del reino.
A lo largo de la
historia siempre ha habido gente buscando tesoros.
1.- El reino es muy
valioso.- Un tesoro, el reino de Dios es un tesoro, es lo
mejor que puede encontrarse un ser humano en su vida.
Nada es comparable con él.
Muchas cosas van a presentarse como si fueran tesoros,
incluso vamos a ver otros tesoros, pero ninguno tan valioso como el reino de
Dios.
2.- Es la solución.- Imagínense a este hombre, estaba manteniendo su familia,
trabajando duro, pagando deudas.
Si no llovía se le secaba la cosecha y no tenía para llevar a
su casa, y viviendo en este sin vivir, y en esta angustia, de pronto se
encuentra un tesoro.
Se le solucionó la vida.
El reino de Dios es la solución de la vida de la gente.
3.- Escondido.- El mundo y el diablo tratan de esconder el valor del reino
de Dios a los hombres.
El mundo va a intentar que le des más valor a otras cosas que
al reino de Dios.
El mundo va a levantar competidores:
Deportes y deportistas, alcohol sustituyendo al Espíritu Santo, partidos
políticos, falsas religiones.
Todo esto va a ocultar y esconder el reino de Dios.
Pero no solo está escondido para los impíos, también está
escondido para algunos que lo han encontrado, ya que después de que lo
encuentras el diablo va a tratar de
volverlo a esconder y ocultar apartándote de la palabra, de la oración y de
la comunión con Dios.
Montañas de arena van a venir a ocultar y tapar otra vez el
tesoro.
Los que buscan a Dios cada día evitan que el tesoro quede
oculto.
Lo que te da vida es la cantidad de horas que pasas de
rodilla delante de Dios o meditando en su palabra. Lo que evita que caigas en
la tentación es la oración y la comunión con Dios.
El diablo va a prometerte muchas cosas, incluso va a ofrecerte otros tesoros, pero son
falsos y sin valor.
Mi nieto dice que quiere un tesoro cuando ve en el supermercado
monedas de chocolate que cuestan un euro el paquete. ¿Cuánto cuesta una moneda
de oro de verdad? No pienses que todo lo que brilla son tesoros.
4.- Campo.- En aquel entonces era corriente que la gente escondiera
tesoros en la tierra. (Monedas de Tomares)
El campo con un tesoro multiplicaba su precio, porque
seguramente el tesoro valía más que el campo.
Debajo de un campo normal se encontraba el tesoro
extraordinario.
El evangelio es sencillo, no es complicado, recibe a Jesús y
serás salvo.
Cuando complicamos el evangelio con latín, o teologías
extrañas, estamos desviándonos del evangelio.
5.- gozoso.- Encontrar el reino de
Dios es motivo de gozo.
La gente que se convierte a Cristo está feliz y gozosa.
La alegría es una de las primeras sensaciones que recibe la persona que
encuentra a Dios.
Es una alegría tan grande que no te importa hacer el ridículo y hablarle a
otros de Cristo.
No te importa dejar las cosas que harías y aceptar los principios del
reino.
6.- Vende todo lo que
tiene.-
Vende.- Renuncia a lo que posee “nadie puede servir a dos señores”
Todo.- No se reserva nada. Recuerden a Ananías y Zafira, que se quedaron
con la mitad y murieron.
7.- Compra el campo.- Paga el precio.
El que no tenía no sabía lo que poseía y se lo vende al hombre.
Si no valoras el reino de Dios otros van a venir y se lo van a llevar.
Balada del buscador de tesoros
José Ángel Buesa
Nadie supo su nombre:
Era un solo ojo gris y una pipa apagada
Doscientos años antes,
hubiéramos creído que era un viejo pirata.
Su casa, frente al mar,
era apenas un techo y una tapia.
A veces parecía menos viejo,
hablando de tormentas y de islas lejanas...
No, no, ya no hay tesoros;
yo lo sé bien... —decía y suspiraba—.
El humo de la estufa
lo hizo toser de pronto,
cuando quemó sus mapas.
Buscador de tesoros,
le crecieron las manos en el pico y la pala.
Cien años removiendo litorales de olvido
y nunca encontró nada...
Cuando murió en un sueño
la canción del domingo movía las campanas.
Se quedó para siempre con las manos vacías.
Su pipa estaba rota debajo de la hamaca.
El cementerio de pescadores
era un muro de conchas al final de la playa.
Aquella noche subió el mar.
Fueron sesenta cruces humildes bajo el agua.
Y dijo el cura: "Hay que enterrarlo
aquí, en el patio de su casa"
(Sin su pipa en la boca parecía más viejo
Yo le eché en un bolsillo su cuchara de plata).
Algo tembló en su mano,
al olor de la tierra y el ruido de las palas.
Y nosotros cavábamos la fosa, con el largo de un remo
con el ancho de un ancla.
Y sabedlo: allá abajo,
Miska, el grumete cojo vio una cosa olvidada.
Y era un cofre, sabedlo:
¡Y fue un fulgor de joyas cuando saltó la tapa!
Cien años removiendo litorales de olvido,
y nunca encontró nada.
"No, no, ya no hay tesoros;
yo lo sé bien..." —decía y suspiraba—
Oh, nadie como él, nadie, conocía las grutas de las
islas lejanas.
Y estaba allí, sabedlo:
¡allí, en el patio de su casa!
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